La Agencia de Protección Ambiental estima que los estadounidenses pasan el 90 por ciento de su tiempo en espacios interiores. Esto nos desconecta del mundo exterior y nos afecta completamente, desde la productividad hasta la salud mental. Además, se potencian algunos problemas físicos, como la mala circulación o la inhalación de contaminantes presentes en el aire.
Un método para reconstruir nuestra conexión con la naturaleza es mediante el uso de elementos vivos. Por ejemplo, las paredes de musgo vivo utilizan una de nuestras plantas más antiguas para aumentar el bienestar general de los espacios y mejorar su apariencia visual.
Durante la década de 1980, el biólogo estadounidense Edward O. Wilson popularizó el término “biofilia“, relacionado con cómo los seres humanos buscamos innatamente conexiones con la naturaleza. El diseño biofílico enfatiza la manera en que los elementos se conectan e interactúan entre sí para estimular nuestra productividad y bienestar. Crear un entorno así requiere de más acciones que únicamente aumentar la iluminación natural o ubicar una planta en una esquina.
Como una de nuestras especies más antiguas y resistentes, con casi 15.000 variedades, el musgo carece de raíces, por lo que busca todos los nutrientes en el aire. Crece en prácticamente en cualquier superficie y puede sobrevivir en un estado “inactivo” durante años, y revivir cuando se expone a la humedad. El musgo ayuda a estabilizar el suelo y se utiliza para evitar inundaciones y la erosión del suelo. En los jardines japoneses tradicionales, el musgo se ha utilizado para crear espacios serenos y tranquilos.
En un ambiente interior, una pared de musgo vivo es ideal para agregar espacios verdes saludables. Al igual que otras formas de paredes vivas, crean un ambiente cómodo y acogedor, entregando incluso un olor agradable. Se ha demostrado que la vegetación reduce el estrés, eleva el estado del ánimo y mejora la concentración y otras funciones cognitivas. En entornos de atención médica, se ha demostrado que las paredes vivas reducen la ansiedad del paciente y estimulan los receptores de placer en el cerebro, ayudando a su recuperación.
Sin embargo, los beneficios para la salud van más allá de la comodidad. El musgo proporciona un sistema adicional de filtración del aire, que absorbe los contaminantes mientras produce oxígeno. Algunas investigaciones realizadas en 2018 mostraron que tres días después de la instalación de una pared de musgo, el nivel de dióxido de carbono disminuye en un 225 por ciento. El musgo también produce iones negativos, cuyos efectos positivos se están estudiando actualmente en numerosos trabajos de investigación.
En comparación a otros muros vivos, el musgo ofrece una alternativa más barata, ya que no requiere de mantenimiento continuo, ni tampoco de reemplazo regular o el uso de pesticidas. Su rentabilidad y efectividad puede estimular conversaciones sobre otras aplicaciones y nuevas tecnologías para diseñar edificios e interiores ecológicos.
Escrito por AEC Daily | Traducido por José Tomás Franco